martes, 24 de enero de 2017

67 - HAMLET, POR EDGAR ALLAN POE, de Jesús Urbano

Era la siniestra medianoche, cuando el mundano ruido está en calma, Hamlet meditaba su plan para desenmascarar a Claudio. Estaba cansado, en vagas reflexiones embebido, cuando de pronto escuchó un ruido que provenía de su ventana.
“¿Eres tú, padre?”, preguntó pensando que sería otra visita del fantasma de su progenitor. Sin embargo, cuando se aproximó para abrirla, vio oscuridad y nada más.
“Será el viento, eso es todo y nada más.” Al regresar meditabundo a sus pesquisas, un cuervo entró en su habitación, posándose sobre la estantería.
“Horrible ser del averno, ¿qué has venido a hacer aquí? Tu presencia solo vaticina muerte.
Dime, ¿cómo te llamas?”.
Y dijo el cuervo: “Locura”.
“Engendro maligno, seáis pájaro o diablillo, salid de inmediato de mi dormitorio y regresad a la oscuridad de la noche, sin dejar rastro alguno”.
Y dijo el cuervo: “Locura”.
Hamlet enloquecido, abandonó su habitación, gritando y corriendo por los corredores. ¿Fantasmas? ¿Cuervos parlantes?
Los guardias de palacio no tuvieron más remedio que encerrarlo. Y allí siguió posado el cuervo, hasta que Claudio fue a recogerlo, orgulloso de que su plan hubiera salido a la perfección, pues Hamlet no podría liberarse.
¡Nunca más!

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