martes, 30 de enero de 2018

285. LA MITAD BUENA, de Roger Giménez

No era yo. Ya no. A la fuerza me habían arrancado una mitad de mi: mi mitad buena. Ni siquiera me reconocía a mi mismo, porque apenas me identificaba con la otra mitad: la mitad mala. Ella se había ido y me había dejado inerte; clavado en la tierra, hundido en su lodo. Y lo peor era saber con certeza lo que todo el mundo sugería: ya jamás volvería a recuperarla… A mi mitad buena. La que me movía, la que me activaba y me hacía vibrar, con la que había recorrido el mundo y me ayudaba a ganarme la vida. Pero ahora la había perdido, para siempre. Después del accidente ya nada volvería a ser igual. Por culpa de aquel borracho ahora solo me quedaba mi peor mitad… Que sí, que con ella podía hablar, pensar, tocar, oler, mirar y saborear…, ¡incluso respirar! Pero no me daba lo que yo más deseaba: ya no volvería a correr; obligado a abandonar mi pasión y mi profesión. Toda una vida dedicada a las carreras, y el resto de mi futuro dedicado a una silla de ruedas. Porque mi mitad de abajo ya no estaba… Solo me quedaba la mitad de arriba.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.