miércoles, 31 de enero de 2018

298. ESA HONRA..., de Mª Nieves Angulo

No ha dormido en toda la noche pensando en el desafío que aceptó ayer, ante la mesa de juego: voces airadas, naipes arrojados al suelo con rabia, acusaciones cruzadas, orgullo herido, reparaciones requeridas… Se suman las miradas expectantes de los curiosos; entre ellos, algunas damas. ¿Cómo no recoger el guante sin que el honor salga malparado ante esos ojos ávidos de espectáculo? Después, los consabidos “chitón, que no se entere… la autoridad”, “señor Torres, ¿acepta usted ser mi padrino?”, “¿y usted el mío, don Cosme?”…
Se levanta de la cama y echa un vistazo a través del cristal: la luna aún ilumina el jardín, los árboles trazan sombras fantasmagóricas sobre la hierba…
Enciende la lamparilla de la cómoda y se contempla en el espejo: cabello cano, gafas con gruesos cristales, batín y pantuflas a cuadros. Abre la puerta al sentir que alguien llama suavemente: el agraviado y los padrinos. Éstos le presentan, solemnes, las armas reglamentarias: dos bastones rematados en sendos tacos de goma. Nuestro hombre asiente y, en silencio, para que no les oigan los cuidadores de la residencia, se dirigen los cuatro al jardín. Si no es por los veinte céntimos; es la honrilla, la honrilla…

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