miércoles, 31 de enero de 2018

302. LA PALABRA CONTRA LA ESPADA, de Francisco J. Gutierrez

Ya no recuerdo a qué mujer miré más de la cuenta, en el bar de la esquina, mientras tomaba el gin tonic habitual. Aquél hombre extraño, con vestimenta sacada de un pasado anterior, me reprochaba lo que ni siquiera recordaba. Parecía estar enfadado con la vida, pero yo estaba sentado en una mesa más cercana. Dijo que las cosas ya no se hacían como antes, pero deberían; en ese instante me abofeteó con unos guantes de cuero, señal inequívoca de duelo a la antigua usanza. No sé de dónde sacó la espada, pero se puso en pie blandiéndola en posición de espera. Lo miré, por alguna razón sin miedo, a pesar de que carecía de arma blanca alguna, pero tenía una pluma y un papel. Escribí algo en un folio que posteriormente doblé por la mitad, mientras mi oponente casual me esperaba. Me levanté, me puse en su frente, atacó, y mientras esquivaba su pésima esgrima, le hice un corte en la cara con el papel que había escrito. Las palabras que escribí entraron en su sangre, y la razón acabó con la violencia. Pagué la cuenta en barra demostrando que las palabras son más fuertes que la espada.

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