miércoles, 31 de enero de 2018

326. DESDE QUE TE FUISTE, de Miguel Escudero

“Estoy de duelo”, me dijo. “¿Has perdido a algún ser querido?”, le pregunté. “No, voy a sacar la pistola y a dispararle a aquel tipo de enfrente”, contestó. Ella era así. No hacía ni tres semanas que se había muerto su marido y ya hacía bromas con ello. Esa misma noche terminamos en su cama. “¿Qué tal he estado?”, pregunté mientras me encendía el cigarrillo de después. “La pregunta es si has estado… Y aquí estabas, no te digo que no”, dijo ella al tiempo que me arrebataba el cigarrillo, le daba una calada y lo tiraba por la ventana. El día de nuestra boda me dejó plantado en el juzgado. Cuando se fueron los escasos invitados, apareció ella riéndose de mí. No me hizo ninguna gracia, pero estaba tan guapa que se me saltaron las lágrimas. Pensé que la había perdido para siempre y, sin embargo, se convirtió en mi esposa. La verdad es que disfrutaba haciéndome sufrir. Y la vida es tan aburrida sin sufrimiento.

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